La familia unida por lazos de amor,
24 de junio
Abre su boca con sabiduría, y la ley de clemencia está en su lengua. Proverbios 31:26.
Cuando la madre pueda hablar una palabra de felicitación por la buena conducta de sus hijos, debiera hacerlo. Debiera animarlos con palabras de aprobación y miradas de amor. Esto será como luz del sol al corazón de un niño y conducirá al cultivo del respeto propio y el orgullo del carácter...
Los niños tienen naturaleza sensible y amante. Se los puede agradar fácilmente pero también hacerlos fácilmente infelices. Por una suave disciplina con palabras y actos amorosos, las madres pueden ligar sus hijos a sus corazones. Manifestar severidad y ser exigentes con los niños son grandes errores. Se necesita firmeza uniforme y control desapasionado para la disciplina de toda familia. Diga lo que tiene que decir y lleve a cabo lo que dice sin desvíos.
Dará recompensas el manifestar afecto en su asociación con sus hijos. No los rechace por su falta de simpatía en sus juegos, alegrías y tristezas infantiles.—Testimonies for the Church 3:532.
Los niños pequeños son un espejo de la madre en quienes ella puede ver reflejados sus propios hábitos y semblante, y puede distinguir aun los tonos de su propia voz. ¡Cuán cuidadoso entonces debiera ser su lenguaje y conducta en la presencia de estos pequeños aprendices que la toman por ejemplo! Si desea que sean amables en su conducta, y tratables, debe cultivar estos rasgos en sí misma.
Cuando los niños aman y confían en su madre, y son obedientes a ella, les han sido enseñadas las primeras lecciones para ser cristianos...
En vista de la responsabilidad individual de las madres, toda mujer debería desarrollar una mente bien balanceada y un carácter puro reflejando sólo lo verdadero, lo bueno y lo hermoso. La esposa y madre puede ligar a su esposo y sus hijos a su corazón con un amor invariable, manifestado en palabras amables y conducta cortés que, como regla, será copiado por sus hijos.
La cortesía es barata, pero tiene poder para suavizar las naturalezas que se volverían duras y rústicas sin ella. La cortesía cristiana debería reinar en todo hogar. El cultivo de una cortesía uniforme, y de una disposición a hacer por otros lo que nos gustaría que hicieran por nosotros, destruiría la mitad de los males de la vida. El principio inculcado en el mandato: “Amaos los unos a los otros con amor fraternal” (Romanos 12:10), es la piedra angular del carácter cristiano... La cortesía cristiana es la cadena de oro que une a los miembros de la familia con vínculos de amor, haciéndolos más cercanos y más fuertes cada día.—The Health Reformer, agosto de 1877.